El catedrático de antropología social Carles Feixa pide a la administración y a las empresas que escuchen a las juventudes y utilicen su creatividad para superar esta crisis, que no es sólo sanitaria sino global .
A continuación, se reproduce la entrevista que El punt avui realizó al especialista en juventudes.
Usted habla de ‘generación viral’ en un doble sentido. ¿Cuáles son sus rasgos?
Yo ya había utilizado el término hace unos años para describir lo que llamo la generación hash-tag , es decir, una generación que en estos dos siglos que llevamos de inmersión en la cultura digital ha sido pionera. Ellos ya han vivido con un ritmo de circulación de la información, de multiplicación de la información, de viralidad, y son, por tanto, una generación de vanguardia en la transición hacia la sociedad digital. El segundo significado está directamente vinculado con el virus, como esta generación le está afectando la exposición a la pandemia.
Cuando habla de los jóvenes, no utiliza el término ‘pandemia’, sino que en usa otro: ‘sindèmia’. Es algo que va más allá?
El término sindèmia fue propuesto por el director de The Lan-cet , que es una de las revistas internacionales científicas más importantes, cuando quedó claro que no era un tema estrictamente sanitario o epidemiológico, sino que obedece a mecanismos sociales. Y que sobre todo los efectos de la enfermedad iban mucho más allá de los efectos directos del virus, ya que tenían efectos en la salud pública entendida como una situación social. Si mia es la enfermedad y pan significa que afecta no sólo un país sino que tiene una dimensión global, el prefijo sin es una acepción que viene del griego y que hace referencia a esta afectación social.
¿Podemos empezar ya a saber hasta qué punto ha afectado todo a jóvenes y adolescentes?
Ahora mismo estoy participando en un grupo de trabajo de la Aquas, la Agencia de Calidad y Evaluación Sanitarias de Cataluña, con adolescentes y jóvenes adultos, precisamente porque se dieron cuenta que la comunicación de las medidas no sólo no están llegando a la juventud sino que más bien están consiguiendo el efecto contrario.
¿Y qué dicen los jóvenes?
Estamos viendo que a pesar de que no había datos que demostraran que los jóvenes se habían llevado mejor o peor que otros grupos de edad, desde el mes de julio cada vez que había un brote había una culpabilización de la juventud por temas muy espectaculares, como son la noche, las fiestas, los bote-Llona y últimamente se añadió la famosa rábano del mes de diciembre. Esta culpabilización, en vez de provocar una actitud mejor en la juventud, en realidad producía el efecto contrario. Los jóvenes se han sentido despreciados y discriminados y algunos han empezado a comportarse de una manera incorrecta.
¿Como los habría tratado usted? ¿Cuál habría sido el mensaje?
Los participantes en los grupos de discusión muestran que, por un lado, se han sentido estigmatizados, que los jóvenes aparecían como cabeza de turco, y, por otro, que no se les ha involucrado en la solución de la gestión de esta pandemia. Y para mí este segundo tema es clave, porque muchos de ellos fueron muy útiles para muchas familias durante el confinamiento más duro, fueron como la tabla de salvación. Gracias a los adolescentes y los jóvenes pudimos, por ejemplo, acceder a la cultura digital de una manera más estable, y también fue un momento de reconexión y de investigación de un nuevo diálogo entre generaciones.
¿Le sorprendió que aguantaran tanto tiempo y tan bien?
Para la juventud, a diferencia de los adultos, que tenemos nuestra vida ya montada, la interacción con los demás es básica y la distancia social es casi un anatema. En este caso, lo han compensado con una doble mascarilla. La primera es lo que yo llamo la cultura de la habitación, que es un espacio físico pero que ahora, gracias a la cultura digital, que sería la segunda mascarilla, gracias a las redes sociales, se la pueden llevar. Por eso hoy la habitación ya no es un espacio de reclusión, sino que puede ser un espacio de conexión. Y durante estos tres meses de confinamiento los jóvenes sobrevivieron en parte gracias a que podían estar conectados a través de las redes con sus amigos y compañeros y también podían seguir estudiando.
Y no ve un riesgo en este aislamiento? En Japón ya hablan de ‘jóvenes caracol’, niños que no quieren salir de su habitación, como una patología.
Es cierto que hay una enfermedad diagnosticada, se conoce como el complejo de Hikikomori, y en Cataluña ya hay una unidad que la trata. Son casos de adolescentes de entre 17 y 19 años que durante un tiempo se cierran en la habitación porque les da miedo enfrentarse a la vida. Muchos están sobreprotegidos, y como la habitación hoy es un espacio de reclusión pero también es un espacio de conexión a través de la cultura digital, pueden pasar días, semanas y meses sin ver a nadie más. Esto es patológico. Pero cuando es un momento no tanto de repliegue sino de introspección creativa, también puede ser algo positivo.
Tres meses lo soportaron, pero, a pesar de no estar confinados, la situación se ha ido alargando con medidas restrictivas, ocio nocturno cerrado, dificultad real de interacción física … ¿Qué consecuencias puede tener esto para esta generación?
Es lo que ya empezamos a ver en el mes de julio. Como los jóvenes no habían causado problemas durante el confinamiento, nos olvidamos de ellos y supusimos que ya se apaña. De hecho el primer rebrote fue en Lleida protagonizado por jóvenes, aunque no se les presentaba como tales, pero los temporeros de la fruta eran jóvenes migrantes la inmensa mayoría. En la mayoría de casos, como que los jóvenes eran conscientes de lo que estaba sucediendo, no tuvieron ningún problema para ponerse la mascarilla. Sí que tenían la necesidad de relación con amigos y amigas, y lo hicieron de una manera moderada o, en todo caso, no más excesiva que los grandes. Los datos epidemiológicos demuestran que los rebrotes no fueron culpa de ellos sino sobre todo de toda la gente que iba a los bares, las reuniones familiares …, y aquí había gente de todas las edades. Lo que pasa es que ya desde el mes de julio se empezó a culpar a la juventud. Y recuerdo, literalmente, lo que dijo el presidente Quim Torra: «Tenemos un problema con los jóvenes». Fue muy contraproducente y el discurso se fue extendiendo en diferentes ámbitos como si ellos fueran los culpables de los rebrotes y no la incoherencia de las medidas políticas o el hecho de que todo el mundo tuviera una necesidad muy grande de recuperar la vida social.
¿Cree que la administración falló? Que aparte de epidemiólogos deberían haber escuchado también expertos de otras disciplinas?
Yo lo dije en ese momento. Advertí que era necesario integrar las ciencias sociales y que la juventud debía ser un grupo clave para evitar el contagio con la difusión de las buenas prácticas y las medidas preventivas a las que todos debemos acceder. Por un lado, como sector dinámico y de vanguardia, puede ser clave en el momento actual de la vacuna justamente en ir contra el negacionismo. Sólo necesitan argumentos.
¿Han entendido el argumento de negarles el ocio nocturno, del toque de queda a las diez de la noche?
Ha habido un tema moral, como si la noche fuera peligrosa y el día no lo fuera, y todos los datos demuestran lo contrario, que la mayor parte de los contagios se producen de día. Se puede entender que fuera una medida fácil de aplicar, pero esto dejó fuera la juventud, en parte porque en las últimas dos décadas del ocio juvenil ha nocturnitzat. Y eso no lo han hecho los jóvenes. Los han abocado a la noche porque han prohibido todo espacio de ocio en el centro urbano y para la juventud nocturna es un gran negocio. Y por lo tanto los hemos abocado a la noche y ahora les decimos que no pueden salir nunca, ningún día. Pues como lo hacemos? Sobre todo si se hace con un discurso autoritario, moralista, muy adultocèntric .. .
Cree que, precisamente por el hecho de sentirse excluidos, ¿cuando termine la pandemia puede haber una reacción violenta de los jóvenes?
Puede haber brotes como el que se ha producido en Holanda, un país con un sistema de bienestar y una calidad de vida de los más grandes del mundo. Pero serán lo que yo llamo una violencia performativa, una violencia de demostración de espectacularidad. Y sobre todo una violencia contra las cosas, no tanto una violencia bélica o guerrillera. Puede haber brotes porque hay un cansancio de la pandemia y un sentimiento que viene de antes y que obedece a estas causas de sentimiento de marginalidad, de no ver proyecto de futuro. Ahora bien, no veo ni mucho menos que pueda haber ningún riesgo de violencia generalizada.
Pero alguna respuesta les dará para evitar un malestar aún mayor. ¿Qué propone?
A corto o medio plazo no veo una mayor conflictividad, pero sí habrá una conflictividad larvada si no se afronta el problema del pacto intergeneracional. Es necesario un nuevo contrato generacional, ya hace tiempo que lo pongo como una necesidad básica, ya que esta enorme desigualdad y esta inestabilidad y temporalidad del trabajo juvenil, si dura mucho más tiempo, está creando un nuevo sistema de clases sociales que ya no se basa en el origen social o étnico, sino que se basa en la edad. Y es evidente que también puede haber un estallido si continúa este discurso criminalizador y estigmatizador de la juventud. Es la teoría de la profecía que se autocumple: cuando dices muchas veces a un niño o un joven que es malo, al final acaba siendo malo.
Es como un contrasentido como una generación tan formada puede ser una generación perdida …
Yo creo que tenemos un potencial enorme. No sólo es la generación más formada de la historia, también es una generación global, que ha viajado, que se han formado, que tiene grandes recursos y que en la salida de la pandemia es totalmente necesaria para reconstruir nuestra sociedad, como país, pero también para afrontar la necesaria reforma o incluso revolución económica, tecnológica y cultural. Los necesitamos para superar las tres crisis: la crisis económica que arrastramos desde el año 2008, la crisis sanitaria -ya que pueden ser agentes clave en el tema de la vacuna y en los cambios de hábitos- y la crisis climática.
Y no ve el riesgo de que la tecnología les acabe disgregando, atomizando, dejando sin el sentimiento colectivo básico para afrontar el cambio?
Ciertamente el riesgo existe, pero precisamente, al ser una generación que ha crecido en este mundo digital, tiene las herramientas para poder domesticar la tecnología. Para ellos no hay una división entre el mundo on line y off line , sino que es el mundo que se llama donde life , que es un híbrido. No es fácil mantener este equilibrio. Yo hablo de la generación blockc-hain , de la generación de la cadena de datos en la que internet se vuelve algo más personalizada y más semántica. No tanto porque nos aísle y nos fragmente, sino para buscar redes colaborativas, que son la cultura del coli-ving , el cohou-sing , el coworking … , de todo elco . Un nuevo cooperativismo del trabajo en equipo que los jóvenes han aprendido en el sistema educativo, pero sobre todo en la manera de organizarse el ocio, que es un ocio menudo colaborativo.
Es un mensaje muy esperanzador …
Yo quiero ser optimista y pienso que la cultura colaborativa es la única manera de poder salir de esta crisis reforzados. En el grupo de investigación en los que participo en la UPF estamos planificando con el Consejo de la Juventud un foro de la juventud donde las nuevas generaciones aporten ideas para reconstruir la sociedad y el planeta. Es una generación muy creativa y, si los escuchamos, muchas cosas se podrán aplicar.